El reciente fallecimiento de don Antonio Lasheras Ballarín, Alcalde de Monesma-Cajigar, en la provincia de Huesca, durante 32 años, es decir, ocho legislaturas consecutivas, siempre con la práctica totalidad del censo electoral, a excepción de unos pocos discrepantes, que por supuesto estaban en su derecho, evidencian que no todos los políticos son iguales, ni mucho menos.
Y que hay personas que anteponen el servicio a los demás, la búsqueda del bien común a sus propios y legítimos intereses…
Es posible que pueda escribir desde el apasionamiento y la subjetividad, pues don Antonio Lasheras Ballarín era mi amigo, pero creo que lo hago con imparcialidad y la mayor objetividad posible.
Todos los que le conocimos somos conscientes de que era un Alcalde de todos y para todos, incluidos los que no le habían votado, o aquellas personas con las que hubiera podido tener algún encontronazo, como es típico y me atrevería a decir que hasta habitual, en todas partes.
Hace dos años escribía la necrológica de su hermano, mosén don Luís Lasheras Ballarín, y nada hacía presagiar que ahora tendría que escribir también la de su hermano, pero Dios escribe recto con renglones torcidos.
Antonio era consciente de sus limitaciones, se encontraba muy a gusto en su pueblo y en su comarca, La Ribagorza, de la que también fue Consejero Comarcal, y nunca quiso aspirar a más, a pesar de que el Partido Popular, al que pertenecía y del que me atrevería a decir que había sido prácticamente uno de sus Fundadores en la provincia de Huesca, ya desde los lejanos tiempos de la antigua Alianza Popular, quiso promocionarle en ocasiones a Diputado Provincial, por ejemplo.
Pero Antonio no quería complicarse la vida, y aunque sus viajes a Huesca y Zaragoza eran frecuentes, siempre lo hacía para conseguir cosas para su pueblo natal, solucionar los problemas de abastecimiento de aguas, la mejora de la carretera de la localidad, la construcción del nuevo Ayuntamiento, con dos apartamentos para alquilar y obtener así unos ingresos complementarios para el municipio, etc.
En su primera etapa como alcalde tuvo que trabajar, y mucho, para evitar la desaparición del Ayuntamiento, con la “moda” de integrar varios Municipios en uno solo, para así reducir gastos del Estado central…, es decir, el chocolate del loro, sin sr conscientes de que así lo único que hacían era cargarse los pueblos y terminar con la escasa vida rural que quedaba.
Lucho, y mucho, para dignificar la figura y la función de los “secretarios habilitados”, que en las postrimerías del régimen franquista se habían nombrado, y la “tradicional” desidia a la hora de pagar las cotizaciones obligatorias a la Mutualidad de Funcionarios de la Administración Local por el anterior Secretario, lo que originó grandes quebraderos de cabeza y deudas casi imposibles de asumir para una Corporación pequeña, y que no nadaba en la abundancia, precisamente.
Antonio se “cargó” varios coches haciendo gestiones en favor de su localidad, por unas carreteras infames, y jugándose la vida, al tiempo que, posiblemente, descuidaba la atención a asuntos de su casa y familia, que a Dios gracias eran atendidas por sus hermanos y cuñada, Pilarín, la única supérstite, y espero que por muchos años.
Aragón, en general, y La Ribagorza en particular, pueden estar satisfechos de haber dado vida a dos personas sobresalientes, mosén don Luis y don Antonio, que tanto bien hicieron a sus semejantes.
Tal era su grado de honradez, por ejemplo, que como me decía recientemente, nunca había querido tener una cuenta en Ibercaja porque era el banco con el que trabajaba el Ayuntamiento que presidía, y no quiso que alguien pudiera pensar que se aprovechaba de su cargo para obtener algún beneficio personal de la entidad, estableciendo así una nítida separación entre lo público y lo privado.
Su recuerdo permanecerá entre todos nosotros.
Antonio, nunca te olvidaremos, y siempre agradeceremos tu dedicación y entrega por el bienestar de las nobles, honradas y sufridas personas de Cajigar, Monesma y La Ribagorza.
Descansa en paz.
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