Los cálculos cabalísticos se han transformado en datos incontrovertibles. Ya no hay más esperas, ni segundas oportunidades. El Reino Unido abandonará la Unión Europea, tras la celebración del referéndum. En aras de la clarificación y el respeto mutuo sería deseable que el divorcio por acuerdo mutuo se formalizase de la manera más diligente y efectiva. El choque emocional al confrontar la hora de la separación es duro para el redactor de las presentes líneas, residente durante años en el Reino Unido y que ha compartido no pocos valores y formas de vida de la sociedad británica. Empero, y como suele repetirse en momentos de tristeza, ‘la vida continúa’.
Cuando muchos europeos se retiraron el día 23 a sus dormitorios para su diario descanso nocturno, no pocos de ellos estaban convencidos que los británicos votarían por el 'Bremain', o la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea. A ello había contribuido la sensación de que el resultado del referéndum se saldaría con una respuesta positiva a quedarse en la UE. Los sondeos previos así parecían indicarlo, aunque por estrecho margen. Incluso las subidas en las bolsas en los días previos auguraban un escenario sin sobresaltos. Cuando hacia las 6 de la madrugada del día siguiente se difundió la noticia del Brexit, la sorpresa invadió los medios de comunicación y las redes sociales. Con porcentajes del 48% (a favor de continuar en la UE) y del 52% (en contra) la suerte estaba echada, abriéndose un escenario de incertidumbres, algunas de las cuales se valoran a continuación.
Como se sabe el Reino Unido está compuesto por Gran Bretaña (Inglaterra, Gales y Escocia) e Irlanda del Norte. El voto mayoritario a favor del 'Brexit' se ha producido en Inglaterra (que alberga al 84% de la población total del Reino Unido) y Gales. En Escocia e Irlanda del Norte han prevalecido los votos a favor de quedarse en la UE. Especialmente en el caso escocés, debe subrayarse que casi 2 de cada 3 votantes lo ha hecho por el Bremain y que todos los distritos, las ciudades y los territorios caledonios han explicitado su acuerdo con Europa. Comienza a especularse si, a la vista de los resultados del referéndum, un segundo referéndum por la independencia (tras el celebrado el 18 de septiembre de 2014) será inevitable. Puede considerarse, igualmente, que tal referéndum sería innecesario y que las autoridades escocesas podrían concordar con las del resto del Reino Unido y con las de la propia UE la continuidad de Escocia en Europa. Al fin y a la postre, los escoceses han vuelto a votar en referéndum, y esta vez lo han hecho inequívocamente a favor de permanecer en una unión (la europea), circunstancia que comportaría el abandono de otra unión (la británica) eurófoba.
Probablemente el caso de Irlanda de Norte es el que genera mayor inquietud en el futuro previsible de la política interna británica. Recuérdese que allí un 56% de sus residentes votaron por el Bremain y, lo que es más significativo, así lo hizo más de un 60% de la comunidad católica más afín a la idea de una unificación con la República de Irlanda. La provincia norirlandesa es el único territorio del Reino Unido que comparte una frontera exterior con la Unión Europea. Precisamente las zonas más próximas a dicho frontera exterior han reafirmado mayoritariamente su voluntad a permanecer en la UE junto a Eire. La posibilidad de una reedición de los años de confrontación entre las comunidades protestante y católica es un escenario indeseado e indeseable. Como último apunte territorial, cabe mencionar la situación de Gibraltar donde los ‘llanitos’ han votado de manera abrumadora por su continuidad en la UE: 19, 322 votantes a favor y 823 en contra (la participación fue de casi el 85%).
Las repercusiones económicas, y sobre todo financieras, no se han hecho esperar .La caída de la Bolsa española (Ibex35) el día 24 fue del 12,25%, la mayor de su historia. En el día posterior a la celebración del referéndum la libra esterlina pasó a cotizar casi un 10% por debajo de su cota máxima diaria, representando su nivel más bajo desde 2009. Además la divisa británica comenzó depreciándose respeto al dólar estadounidense hasta niveles de 1985. El euro, como no podía sr menos, también se resintió aunque más moderadamente. Baste recordar, por otra parte, la palabras previas al referéndum del muy influyente Wolfgang Schauble, ministro federal de finanzas alemán, en el sentido de que como consecuencia del Brexit los británicos tendrían que abandonar también el ‘mercado único’ continental. ¿Abriría ello una competencia arancelaria desbocada entre los productos británicos y continentales?
El riesgo de ‘contagio’ es el que parece preocupar en mayor medida a algunos analistas y responsables comunitarios. Se habla de que Dinamarca, donde se registra un crecimiento euroescépticos en las encuestas, así como algunos países ex comunistas del este europeo (República Checa, Hungría, Eslovaquia y hasta Polonia) podrían seguir el ‘ejemplo’ del Reino. Tal posible escenario pondría la prueba la consistencia del proyecto europeo, pero sus efectos quizá no serían tan nocivos, incluso si algún otro país decidiese seguir el precedente del Brexit y abandonar también la UE. Ello sería un revulsivo para que aquéllos países que decidiesen continuar con el proyecto europeo se comprometieran en un modo más firme y consistente a hacer realidad la aspiración de Jean Monnet y Robert Schumman por una Europa unida. Y es que recabando el refranero español: “No hay mal que por bien no venga”.
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