domingo, 24 de noviembre de 2024 09:13

Sociedad

La labor humanitaria de Pro-Activa, el mejor ejemplo de solidaridad ante la crisis migratoria

Lledó Barberá.- Aylan Kurdi, el niño hallado ahogado en la turística playa turca de Ali Hoca Burnu, que se convirtió en el símbolo del drama de los refugiados y conmocionó a todo el mundo, también fue el punto de inflexión para que Óscar Camps, director de la empresa catalana de socorristas Pro-Activa Serveis Aquàtics decidiera tirar mano de sus ahorros (15.000 euros) e irse hasta Lesbos para ayudar a los refugiados que huyen de la cruenta guerra en Siria.

 

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Lledó Barberá.-Aylan Kurdi, el niño hallado ahogado en la turística playa turca de Ali Hoca Burnu, que se convirtió en el símbolo del drama de los refugiados y conmocionó a todo el mundo, también fue el punto de inflexión para que Óscar Camps, director de la empresa catalana de socorristas Pro-Activa Serveis Aquàtics decidiera tirar mano de sus ahorros (15.000 euros) e irse hasta Lesbos para ayudar a los refugiados que huyen de la cruenta guerra en Siria.

 

“Vi que allí nadie hacia nada por ayudar a la gente que se ahogaba a pocos metros de la costa. Así que decidí reunirme con el equipo y los técnicos más cercanos, les dije que tenía 15.000 euros y que quería ir a ayudar a los refugiados. La idea cuajó rápidamente en el equipo”, explica el propio Camps. Su empresa, Pro-Activa Serveis Aquàtics lleva 17 años en funcionamiento ocupándose de garantizar la seguridad en las costas de cuatro comunidades autónomas españolas.


Fue a principios de septiembre cuando viajó por primera vez a Lesbos, acompañado únicamente por otra persona, para estudiar la logística del lugar y hacer una labor de reconocimiento: cómo estaban las cosas sobre el terreno, cómo se coordinaba la ayuda, ver dónde podrían ubicarse y en qué costas podrían desarrollar su actividad. Pero el flujo de embarcaciones y la necesidad de ayuda eran tan grandes que “a la media hora de llegar” ya estaba dentro del agua “rescatando a personas”.


Desde ese momento no han parado. Ahora se coordinan en dos grupos diferentes de trabajo y hacen turnos de 14 días. “Psicológicamente es muy duro”, asegura Óscar Camps. Además, considera que “no se puede ser un superhéroe toda la vida” y que es “importante volver, recuperar la normalidad” aunque pueda llegar a ser enrevesado por el cambio tan radical que supone y la cotidianidad de sus vidas en España. “No te sientes útil”, afirma.

Ahora bien, las condiciones de trabajo no son las mejores. “Trabajamos a pelo”, cuenta Camps. Estos socorristas voluntarios se juegan el tipo entrando al agua a salvar vida solo con un neopreno, aletas e incluso las propias embarcaciones que abandonan los refugiados en la orilla. Pero la importancia del trabajo que llevan a cabo y la cantidad de gente a la que salvan vidas, supera con creces el hecho de no contar con los recursos óptimos para ello.



“Somos los únicos españoles y los únicos que estamos en el agua”, explica. “Aunque seamos socorristas y podamos hacer primeros auxilios en tierra no podemos de tanto trabajo que tenemos en el agua”, continúa. Y es que cada día llegan entre 1.000 y 1.500 personas, que recepcionan una media de entre 15 y 20 botes diarios que llevan a bordo a 5o personas aproximadamente.


En tierra hay organizaciones que facilitan mantas, alimentos, ropa seca y servicios sanitarios. La forma que tienen de trabajar en equipo nació de forma casual, por necesidad. “No hubo una coordinación general, cada una escogió el campo de trabajo que quedaba libre y nos comunicamos a través del teléfono”.


PRO-ACTIVA OPEN ARMS


Por estos motivos, y porque, a pesar de que no salgan cada día imágenes en los telediarios, los refugiados siguen llegando “y lo hacen en peores condiciones”, Pro-Activa ha creado una micro ONG ‘Pro-Activa Open Arms’, con la que pretenden recaudar fondos para aguantar el invierno y hasta que la Comunidad Europea ponga solución, que espera será “pronto” aunque la cifra de muertos en el Mediterráneo ascienda a más de 3.000 personas y parezca “que a nadie le importe”.





En ningún momento han contado con la ayuda de administraciones o gobiernos. “Nadie nos ha facilitado nada”, recuerda Camps y califica de “vergüenza” que sean los mismos voluntarios los que tengan que pagarlo todo de su propio bolsillo. 


Ahora bien, desde la ONG se inclinan por que los fondos que piden para poder continuar desarrollando su labor lleguen antes por la propia población que por las instituciones. “Yo prefiero que 2.000 ciudadanos pongan 10 euros cada uno que no una institución grande ponga 20.000 euros porque se trata también de buscar la solidaridad de todo el mundo, que se sepa qué está pasando y que la población se vuelva sensible ante estos hechos”, y continúa “hay que movilizarse independientemente de lo que hagan los gobiernos y las instituciones, que siempre van muy poco a poco. Debe ser la población quien mande y decida”.


Y, sin duda, esa movilización y colaboración de la población ha llegado porque en estos momentos, y con 20 días de margen, la ONG ha conseguido recaudar ya el 93% de su objetivo, es decir, 13.978 euros de los 15.000 necesarios. Además, consiguieron, por primera vez en la historia, que 23 relevantes personas del sector de la publicidad se unieran por una causa común y crearan la campaña ‘IamSirian’. 




¿HAY SOLUCIÓN?


Para Óscar Camps la única solución posible es que “la Comunidad Económica Europea (CEE) ponga remedio” y se acabe con las mafias donde se meten los refugiados para intentar alcanzar el sueño de una vida mejor. “Les venden una falsa sensación de seguridad con chalecos falsos que no flotan, que están hechos de espuma y les dejan a la deriva en embarcaciones sin nadie que sepa conducirla”, explica.


Y el conflicto se vuelve más dramático en una zona como en la que ellos trabajan. “Son los límites de Europa con Asia, la parte más cercana al Estado Islámico”, explica. “Es un punto caliente y es muy complicado actuar allí, incluso para nosotros que lo hacemos de una manera altruista”, afirma Camps, que dice que, a pesar de estar reconocidos por las autoridades, hacen el trabajo que ninguna de ellas hace: “arriesgarse a entrar en el mar a buscar embarcaciones a la deriva o naufragando”.




Y, aunque tienen sus propias herramientas son “muy lentos y tiene mucha zona de costa que cubrir y, muchas veces, cuando llegan a un punto, el drama ya está hecho”. En este sentido, cree que “la CEE debería poner una solución, hacer una vía segura para que esa gente pueda llegar a Europa sin arriesgar su vida cruzando el Mediterráneo”. Aun así, se siente esperanzado y cree que se acabará poniendo remedio. 



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